Flyer Grupo Alejandria Junio
Hace 12 años
Me encantaría saber qué piensan cuando me ven, la flaca de pelo tan largo, debe tener una onda bárbara. Me encantaría saber qué carajo pensó él, para perseguirme hasta el hartazgo y después huir hasta el hartazgo. Qué supuso, qué dilucidó para embarcarse en la tan incómoda proeza de “averiguar por ella”, porque sinceramente no creo que el solo atributo físico te ponga al borde de la cornisa, ese que te avisa que se puede venir un fiero rechazo. Qué buscaba en mí, la chica piola que te hace reir?, la chica piola que te hace pensar?, o la chica piola que te calienta al punto tal de olvidarte que cualquiera de las otras opciones anteriores son las que en definitiva terminan teniendo peso. Pagaría en pleno desempleo por saberlo, pero más pagaría por saber qué fue lo que faltó, qué fue lo que no encontró. Hasta qué punto la sensación de vacío fue tal para rendirse en apenas dos salidas, para que le importara tan poco que esta chica se había cansado de no verlo, para que no hablara desde ese entonces nunca más conmigo.
Me sorprendo espantando una a una las moscas, soplo cada saludo indiscreto como si fuese un panadero que sólo cobra valor volando bien lejos de mí, libre a los designios del aire. Y mientras lo miro alejarse, cobro conciencia de la naturalidad con que rechazo cualquier intromisión en esto que creamos entre los dos. Y es ahi cuando surge el deseo, en lo más profundo, de que vos hagas lo mismo. Y pienso: "Seguí soplando amor, nunca dejes de soplar conmigo". Es tan fácil romper esto que, cada vez que lo pienso, me tiemblan los huesos.Y no paro de buscarme más
y doy vueltas y pienso sin parar.
Y me miro en el espejo despacito,
me analizo y me enfado otra vez conmigo.
Y me digo: Anda ya mujé,
si to' tiene solución menos la muerte.
Y me levanto muy segura
y me echo a llorar como una niña a oscuras.
No recuerdo cuantos años tenía exactamente el día que descubrí ese libro viejo y gastado entre los manuales de abogacía de mi hermana mayor. La publicación había pasado por un sinfín de trajines y leídas antes de caer en las manos de esa nena de apenas 9 ó 10 años. Lo que sí recuerdo es que las palabras de José Mauro de Vasconcelos en Mi planta de naranja-lima me penetraron, lograron tocar y retorcer todas las fibras de mi ser hasta convertirse en el primer libro que me hizo llorar. Y llorar con ganas, lagrimear al punto de querer abrazar al pequeño Zezé y consolarlo ante tanta injusticia y dolor.