Dolor crítico

jueves, 6 de mayo de 2010
En un edificio repleto de computadoras lo único que logra escucharse son las voces descorazonadas de un grupo de periodistas, cansados de no hacer nada y agotados de palabras incoherentes devenidas desde las alturas para calmar a una horda que ya no comprende el porqué ni el cómo de la batalla.
Entre teclados melancólicos de dedos que rasguñen sus letras, esos pocos que quedaron tras el exilio se debaten para sacar el espíritu de lo que fue y que no volverá a ser. Las caras desesperadas buscan un sentido al marcado de la entrada y salida. Y me siento frente a esa ventana al mundo, a esa apertura que hace un año me dejó encandilada por su “poder” y que hoy, y hace días, refleja la nada misma.
Ese vacío de contenido exalta los rencores, la mierda que reposaba en el interior de cada uno y las puteadas contenidas. Mientras tanto, deambulo entre filas de fantasmas, entre espacios y sillas que supieron contener cuerpos y pensamientos, y que ahora quedaron limpios de rastros. Que triste sensación, que espantoso se siente no poder tocar las letras para dar a conocer a los pobladores del mundo lo que yo iba conociendo con ellos.

1 comentarios:

Riggy from the blog dijo...

Te entiendo. Es tristeza, es dolor y es impotencia: son noticias, crónicas, opiniones, imágenes, ideas y talento congelados ante la desesperación de todos y la impunididad de pocos. Dicen que las crisis son oportunidades, que no está muerto quien pelea y que crecer duele. Creo que en todo eso y espero que si esos pasillos no se vuelven a llenar de vida, la experiencia te haya servido y estés siempre lista para volver a contarle al mundo todo lo que como la gran periodista que sos, tenés para compartir.
R.

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